
¿Necesitamos la religión para explicar la moral, o la moral estaba ya presente en nuestros ancestros antes de que surgiera la religión? Esta es la pregunta fundamental que se hace el autor, Frans de Waal, en este libro y a la que trata de buscar una respuesta contundente. En El bonobo y los diez mandamientos, el lector podrá encontrar las hipótesis que explican el origen de la moral en los primates y de cómo y por qué surgió la religión en nuestra especie. Aunque a lo largo de los siete capítulos que conforman El bonobo y los diez mandamientos Frans de Waal expone numerosos datos, estudios, hipótesis y anécdotas sobre estos temas, su respuesta la deja bien clara desde el principio: no necesitamos la religión para explicar la moral. Ya en el primer capítulo encontramos numerosas alusiones y símiles con la obra del pintor Jheronimus Bosch, más conocido como El Bosco, quien ya criticaba y rechazaba al clero. Para El Bosco, la Iglesia se había adueñado de la moral y se creía en el derecho de ser la única institución que podía decidir qué estaba bien y mal. En sus obras podemos encontrar numerosas alusiones a esta idea y Frans de Waal se encarga de exponerlas en la primera parte del libro. Sin embargo, el autor tiene claro que la ciencia nunca, o probablemente nunca, llegue a sustituir a la religión en lo que concierne al uso de la moral y ética, aunque este argumento lo expone holgadamente en capítulos más avanzados.
Para explicar las bases de la moral tenemos que retroceder varios millones de años, concretamente al punto de divergencia entre chimpancés y humanos. La moral de hoy día podría tener su base en la bondad, que ya se observa en mamíferos, incluyendo a los primates. Y la bondad parece surgir del altruismo, un concepto descrito matemáticamente en el pasado siglo por John B. Sanderson Haldane y George Price —quien, de hecho, acabó suicidándose al comprobar que el altruismo evoluciona a la par que la tortura y asesinato de individuos ajenos al grupo—. Más tarde el altruismo sería elevado a selección de parentesco por William Hamilton y a altruismo recíproco por Robert Trivers, una forma de altruismo en la que intervienen individuos emparentados y no emparentados. Pues bien, para Frans de Waal la base de la moral residiría en este altruismo y no en el comportamiento egoísta e individualista que tantos biólogos, psicólogos y antropólogos defendían en el pasado siglo, colocando al chimpancé como su máximo exponente. De hecho, chimpancés y bonobos son muy diferentes: mientras que los primeros exhiben comportamientos agresivos, violentos y una fuerte competencia intraespecífica, los bonobos resuelven los conflictos con sexo y son pacíficos. En definitiva: ¿por qué iba a ser el bonobo la excepción y no la regla? Este cambio de paradigma, el de un origen egoísta a uno altruista para nuestra especie, se dio de hecho durante la última parte del siglo XX, con Frans de Waal en plena transición. Y no contento con este cambio de paradigma, Frans de Waal va más allá en su idea del origen de la moral y propone que el altruismo y la empatía son exaptaciones en nuestra especie. Es decir, estos comportamientos surgieron en la evolución con carácter egoísta —véase la teoría de El gen egoísta, por ejemplo, que explica el egoísmo intrínseco al altruismo— para luego adoptar un rol puramente altruista a la par que evolucionaba el cuidado maternal recíproco. Ya lo decía Nietzsche: “la historia de algo tiene una relevancia limitada para el aquí y el ahora”.
En la segunda mitad del libro, Frans de Waal aborda el origen e importancia actual de la religión, sin pasar por alto una dura crítica a la comunidad científica actual y a los neo-ateos, que actúan como militantes acérrimos en una suerte de analogía con los dogmáticos religiosos. Para de Waal, el ateísmo militante (liderado por genios como Sam Harris, Christopher Hitchens, Richard Dawkins o Daniel Dennett —los llamados cuatro jinetes del apocalipsis—, entre otros) sería un reflejo de traumas pasados que de una forma u otra involucraron a la religión. Por otro lado, muchos científicos actuales no dejarían de ser muy diferentes a los dogmáticos religiosos: creen fervientemente las teorías sin cuestionarse los nuevos descubrimientos que las desbancan o cambian el paradigma. Frans de Waal lo deja patente en esta cita: “Los científicos son mezquinamente celosos, siguen apegados a sus ideas mucho después de que hayan quedado obsoletas, y se incomodan cada vez que surge algo nuevo que no fueron capaces de anticipar”. Eso sí, hay una gran diferencia entre ciencia y religión: “La ciencia es una empresa colectiva con reglas de compromiso que permiten al conjunto hacer progresos aunque sus componentes arrastren los pies”. Aun con todo, Frans de Waal coincide con Stephen Jay Gould (y el premio Nobel de literatura John Steinbeck) en que ciencia y religión son dos magisterios no solapados, es decir, explican diferentes aspectos de la realidad: el primero la realidad física y el segundo la existencia humana en cuanto a su moral y ética.
En la última parte del libro, el autor expone distintos aspectos que explican el origen evolutivo de la empatía (describiendo los experimentos cognitivos llevados a cabo durante el siglo XX) y la moralidad, la cual parece estar ya presente en primates en su forma más rudimentaria. En cualquier grupo social primate existe una cierta jerarquía y un código ético (entiéndase aquí el significado de ética) que no deben transgredirse para mantener el grupo cohesionado. El miedo al castigo, a sobrepasar ese código ético, podría ser la base de la moral; una intrínseca al individuo, que evolucionó para no hacer daño al congénere, y otra extrínseca al individuo, que evolucionó para sufrir reprimendas si se traspasan los límites. En nuestra especie, sin embargo, se ha dado un paso más. Frans de Waal habla de moralidad comunitaria, donde se instauraron unas normas éticas para toda una comunidad (con ejemplos como los diez mandamientos, la regla de oro o el principio de máxima felicidad, entre otros) y cuya transgresión está vigilada por una policía de la moral y castigada con el escarnio público. ¿Y la religión? ¿Por qué surgió a raíz de la moral? La religión, ubicua en todas las sociedades humanas, tiene su origen en la explicación del vacío que causa la muerte, en aliviar la enfermedad o en la comprensión de los fenómenos naturales. Los dioses (en cualquiera de sus expresiones) surgieron a posteriori para actuar como vigilantes morales supremos en cuanto las sociedades adquirieron tamaños tan considerables.
Volviendo al inicio. No, no se necesita a la religión para explicar la moral porque ésta ya se encontraba con nosotros mucho antes de la religión: “Ya teníamos una moralidad plena cuando todavía vagábamos por la sabana en pequeñas bandas. Sólo cuando la escala de la sociedad comenzó a aumentar y las reglas de la reciprocidad y la reputación comenzaron a debilitarse, se hizo necesario un dios moralizante”.

El bonobo y los diez mandamientos: en busca de la ética entre los primates es un libro escrito por el etólogo y primatólogo Frans de Waal y publicado originalmente en 2013 (y traducido al castellano en 2015). Esta obra fue una contribución fundamental al estudio de los orígenes biológicos de la moral, especialmente por su visión altruista y no egoísta de las conductas primates. En esta obra Frans de Waal demuestra que los primates distinguen entre lo correcto y lo incorrecto, en lo que podría ser la base de nuestra moral.
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