
El cambio climático está modificando la tundra del Ártico. Desde finales del siglo XIX la temperatura en el Ártico ha ascendido en promedio 1,8ºC. Estos pocos grados de más están provocando que el espesor de las capas de hielo se vea reducido constantemente, que el permafrost propio de la tundra se derrita a un ritmo nunca antes visto o que los ríos fluyan con agua líquida durante todo el invierno. Todos estos cambios físicos provocan, a su vez, cambios en los ecosistemas: la vegetación arbustiva encuentra cobijo en este nuevo ambiente alterado, expandiéndose así a gran velocidad. Estos arbustos crean un nuevo ecosistema que es invadido por la fauna boreal, que apenas se adentra en la tundra. Alces, liebres boreales o perdices nivales son algunos de los animales que ya han invadido esta nueva tundra arbustiva. Ahora son los castores norteamericanos (Castor canadensis) los que se están adentrando en esta nueva tundra, según publican el ecólogo Ken Tape y sus colaboradores en un artículo publicado en la revista Global Change Biology.
Los castores norteamericanos, roedores de hábitos acuáticos de la familia de los castóridos, son uno de los pocos grupos animales que tienen la capacidad de modificar el ambiente a gran escala gracias a su capacidad para construir presas y canales. Sufrieron una brutal persecución durante la totalidad del siglo XIX e inicios del XX por su pelaje. La caza indiscriminada de esta especie provocó que su población mundial descendiera de 60 millones de individuos a alrededor de 10 millones a finales del siglo pasado. Ahora, gracias a los programas de recuperación, los castores norteamericanos se recuperan y habitan prácticamente todos los bosques boreales de Norteamérica. Peor suerte corrió incluso el castor euroasiático (Castor fiber), la otra especie existente de castor, que estuvo a punto de extinguirse también por su caza. Sin embargo, esta especie se cazaba por el castóreo, una secreción oleosa anal que se vendía luego como analgésico y antiinflamatorio. Con poblaciones en continuo crecimiento, el castor norteamericano se extiende ahora por toda Norteamérica llegando hasta el centro y sur de Alaska en su parte más occidental. Pero el cambio climático está modificando su distribución: los castores se encuentran en plena migración hacia el norte del continente por el ascenso de las temperaturas. Durante la última década (2010-2018) se han observado castores norteamericanos en el oeste y noroeste de Alaska, un territorio que no habían pisado nunca hasta ahora. La cordillera de Brooks en el extremo norte de Alaska, con picos que superan los 2.500 metros de altitud y que se extiende desde el este al oeste del país, había actuado como barrera biogeográfica. Los castores no se desplazaban más allá de esta cordillera. Sin embargo, el estudio de Ken Tape y sus colaboradores ha mostrado que los castores han sido capaces de superar esta barrera por sus flancos y que se encuentran ahora mismo colonizando la tundra ártica del norte de Alaska.

Esta colonización de la nueva tundra arbustiva del norte de Alaska por parte de los castores está siendo muy rápida. El estudio de Ken Tape estima que los castores están invadiendo esta zona a un ritmo promedio de 8 kilómetros al año. Los castores aprovechan los nuevos afluentes y ríos creados, cuya agua nunca llega a congelarse, y la costa de Alaska para migrar hacia el norte. Ken Tape y sus colaboradores han puesto ahora de manifiesto las rutas preferentes de los castores (siguiente imagen): la parte más oriental y occidental de la cordillera de Brooks. En estas zonas, próximas a la costa, la altitud desciende considerablemente y las llanuras arbustivas abundan. De momento los castores de distribución más septentrional se encuentran ubicados en estas zonas, pero su migración es imparable. Se estima que en unos años los castores se hayan adentrado por completo en el North Slope de Alaska, una inmensa llanura al norte de la cordillera de Brooks. En las zonas de migración, al igual que en el resto de Alaska, la temperatura aumenta progresivamente, ayudando así a la descongelación de los ríos y crecimiento de arbustos, cuya madera ya están usando los castores para construir sus diques. Los castores no solo aprovechan la madera de estos nuevos arbustos, también consumen sus bayas y semillas durante todo el año.

Las consecuencias de esta migración son todavía algo difusas. En base a la ecología particular de esta especie (el hecho de que construya diques y canales, entre otras características) se pueden llegar a predecir ciertos efectos en el ecosistema. El cambio en el régimen hídrico que hacen los castores podría provocar, por ejemplo, un aumento del área de inundación de los ríos, aumentando así la acumulación de sedimentos, nutrientes y detritos. El permafrost de estas zonas acabaría por desaparecer, así como su vegetación asociada. Todos estos cambios provocarían que parte de los sistemas acuáticos lóticos (ríos, arroyos o manantiales) pasaran a ser lénticos (cuerpos de agua que permanecen en un mismo lugar sin correr ni fluir). Este cambio es la consecuencia última que provoca la construcción de diques por parte de los castores: convierten tramos de ríos en estanques. Estos cuerpos de agua podrían servir como refugio y lugar de reproducción para el salmón chum (Oncorhynchus kisutch), el salmón rosado (Oncorhynchus gorbuscha) y otros peces. Por otra parte, también se predice que los castores norteamericanos puedan competir con otras especies herbívoras por alimento, como pueden ser la liebre americana (Lepus americanus), la perdiz nival (Lagopus muta) o el alce de Alaska (Alces alces gigas). Los osos y los lobos del norte de Alaska tendrían por su parte una nueva fuente de alimento: el castor. Aunque todo son especulaciones por el momento, ya que todavía no hay evidencias empíricas de los efectos ecosistémicos del castor en la tundra de Alaska, no se deben descartar dichos efectos. Al fin y al cabo, la introducción de una nueva especie en un ecosistema recién modificado es sinónimo de cambio.
Referencias:
1. Ken D. Tape, Benjamin M. Jones, Christopher D. Arp, Ingmar Nitze y Guido Grosse (2018). Tundra be dammed: beaver colonization of the Artic. Global Change Biology, 24 (10), pp: 4478-4488.
2. Sid Perkins. Beavers are engineering a new Alaskan tundra. ScienceNews (28 noviembre 2018). Disponible en: https://www.sciencenews.org/article/beavers-are-engineering-new-alaskan-tundra
Recursos: La fotografía de portada de un castor norteamericano (Castor canadensis) pertenece a Brian Lasenby y se ha extraído de The Canadian Encyclopedia. La segunda fotografía de castor norteamericano es obra de Claire Abendroth. El mapa del norte de Alaska se ha extraído del artículo de Ken D. Tape et al. (2018).
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