
Si nos situamos en la cuarta isla más grande del mundo y preguntamos a sus habitantes por este pequeño animal, seguramente nos adviertan de que es mejor no cruzarse con él, ya que podría matarnos con solo un gesto. Y es que en las noches de Madagascar despierta un pequeño animal de color oscuro y redondos ojos amarillos que atemoriza a quien se lo encuentre. Lejos de ser una amenaza, el aye-aye (Daubentonia madagascariensis) es un primate lemuriforme endémico de Madagascar con una apariencia peculiar. Con el tamaño de un gato, el aye-aye posee una cola larga y tupida, con un pelo negro que le cubre todo el cuerpo a excepción de la cara donde se aclara considerablemente. Si a esto le sumamos unas orejas enormes, unos ojos amarillos típicos de hábitos nocturnos y unas manos de lo más curiosas, tenemos al responsable de la etimología de la palabra lémur: «espíritu» o «espectro nocturno». Su dieta se compone principalmente de frutas e insectos y usa su tercer dedo (considerablemente más largo) para dar golpecitos y extraer larvas y pupas del interior de algunas de estas frutas o troncos.

Hace tan solo unos meses se publicaba en la revista American Journal of Physical Anthropology un artículo en el que su autor, Adam Hartstone-Rose, explicaba cómo el aye-aye tiene la mano más singular entre todos los primates. Hartstone-Rose se dedica a estudiar los músculos del antebrazo de varios primates, con la casualidad de que llegó al laboratorio un ejemplar de aye-aye muerto que despertó su curiosidad debido a la rareza de sus manos. Cuando examinó al aye-aye empezó a trazar la ruta del abductor largo del pulgar hasta el antebrazo, un músculo que permite extender el pulgar lateralmente desde la palma de la mano. En la mayoría de los primates este músculo comienza en el antebrazo y se fija a la base del pulgar, pero en el aye-aye hay una parte que se divide y conecta con un hueso llamado sesamoideo radial, normalmente bastante pequeño en otros primates, pero que está elongado en este pequeño primate. Combinando técnicas de disección física con procesamiento de imágenes digitales en una muestra de siete individuos, los investigadores describieron y visualizaron la anatomía de la muñeca y la mano del aye-aye: «El uso de estas técnicas digitales nos permite visualizar estas estructuras en 3D y comprender la organización de los músculos que proporcionan movimiento al dedo», explica el Dr. Edwin Dickinson, investigador postdoctoral en la Universidad Estatal de Carolina del Norte. Los investigadores pudieron observar además que el aye-aye tiene otros dos músculos conectados que permiten que el hueso haga un movimiento de agarre; Hartstone-Rose y sus colegas lo han llamado “pseudopulgar”, una estructura que posee su propia almohadilla, y sugieren que puede funcionar como ayuda para trepar a los árboles (ver la siguiente imagen).

La hipótesis que formula este equipo de investigadores es que, debido a la especialización extrema de sus otros dedos, el aye-aye perdió la capacidad de agarre. El primer dedo o pulgar está alineado con el resto de los dedos, por lo que no es oponible. Así, la especie podría haber desarrollado este pseudopulgar para mantenerse agarrado y en el aire y así recoger alimento. Recordamos una situación similar a la del panda gigante, donde los dedos de su antepasado se disponen en una sola línea permitiéndole caminar por el suelo, pero la necesidad de alimentarse de bambú les hizo desarrollar este pseudopulgar oponible que comparte la misma anatomía del aye-aye.

Actualmente el aye-aye se encuentra en peligro de extinción según la International Union for Conservation of Nature (IUCN), sus amenazas principales son la destrucción del hábitat por la deforestación y su persecución por considerarse “animales portadores de mal augurio”. Como hemos mencionado al principio, los habitantes de la isla de Madagascar temen al aye-aye por ser una especie de brujo pequeño. Cuentan que si te cruzas con este animal de rostro inexpresivo y ojos amarillos debes matarlo, pues si tienes la mala suerte de que levante su largo dedo y te señale, al poco tiempo acabarás muerto de alguna forma terrible. Obviamente el aye-aye no puede matarnos con magia, pero sí representa un ejemplo perfecto de convergencia evolutiva en la que dos especies distantes presentan estructuras corporales muy similares.
Referencias:
1. Juan Abella, Alejandro Pérez-Ramos, Alberto Valenciano, David M. Alba, Marcos D. Ercoli, Daniel Hontecillas, Plinio Montoya y Jorge Morales (2015). Tracing the origin of the panda’s thumb. The Science of Nature, 102 (5-6), pp: 35.
2. Adam Hartstone-Rose, Edwin Dickinson, Marissa L. Boettcher y Anthony Herrel (2019). A primate with a Panda’s thumb: the anatomy of the pseudothumb of Daubentonia madagascariensis. American Journal of Physical Anthropology, pp: 1-9.
3. Douglas Main. This bizarre primate has a newly discovered digit. National Geographic (21 octubre 2019). Disponible en: https://www.nationalgeographic.com/animals/2019/10/aye-aye-fingers-strange-sixth-digit-discovered/
4. Scientists find pseudothumbs in aye-aye’s hands. SciNews (22 octubre 2019). Disponible en: http://www.sci-news.com/biology/aye-aye-pseudothumbs-07719.html
Recursos: Tanto la fotografía que se ha usado como portada como la primera del texto son obra de Nomis Simons. Las fotografías de las almohadillas del aye-aye se han extraído del artículo de Adam Hartstone-Rose et al. (2019). La última fotografía pertenece a David Haring.
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