
Los animales capaces de vivir largos periodos de tiempo tienen ciertas características comunes, como su resistencia a ciertas toxinas. Las ratas topo desnudas (Heterocephalus glaber) son capaces de sobrevivir a un amplio espectro de toxinas, además de no haberse reportado casos de cáncer de forma natural en ellas. Pero, ¿qué las hace tan especiales? A pesar de su aspecto tan peculiar, estos roedores son capaces de vivir unos 30 años en cautividad, hecho que sorprendió mucho en su momento ya que se le calculaba una vida media de 5,3 veces más de la esperada y 9 más que el resto de roedores (estos datos se pueden calcular aproximadamente a partir del tamaño del animal). Esto tiene una sencilla explicación: estos roedores no presentan un aumento del riesgo de mortalidad a lo largo de su vida, es decir, en ellos no aumenta la probabilidad de muerte al envejecer. Las ratas topo desnudas pueden no ser el animal más bonito del mundo, pero tampoco les hace falta: habitan zonas desérticas y áridas de Kenia, Somalia y Etiopía en colonias subterráneas eusociales, es decir, colonias con castas que cooperan entre ellas y encargadas de funciones específicas (reproducción, cuidado de las crías, defensa, etc). En promedio suelen rondar los 300 individuos por colonia, un número considerable dado su tamaño. Su capacidad de vivir sin riesgo asociado de mortalidad con la vejez los convierte en un buen modelo para estudiar una enfermedad en concreto: el cáncer. Parece haber una correlación positiva entre la vejez y el cáncer, de forma que si se pudiera investigar qué hace que estos animales sean capaces de vivir sin desarrollar un cáncer, se podría comenzar a trazar una estrategia para prevenirlo. Puede que te parezca absurdo que a la hora de estudiar una enfermedad que asociamos a nuestra especie (Homo sapiens) se utilicen animales tan diferentes a un ser humano (y tan poco agraciados), pero por mucho que nos duela nuestros genomas son similares en un 93%.

Quizá la clave de todo se encuentre en su metabolismo. Al vivir bajo tierra, estos animales se han adaptado a un entorno donde el oxígeno es limitado y donde los niveles de gases como el amonio o el metano son elevados debido al intercambio de gases procedente de capas posteriores de la corteza terrestre. Así, las ratas topo desnudas han desarrollado mecanismos adaptados a este tipo de vida: sistema visual muy pobre, tolerancia a los déficits de vitamina D (una vitamina que necesita de la luz solar para activarse en el cuerpo y cuyo déficit nos provoca raquitismo), capacidad de tolerar bajas temperaturas corporales y vivir con poco oxígeno. También es curiosa su dieta, ya que se las ratas topo desnudas se alimentan prácticamente de raíces y fibras; alimentos que suelen tener asociados beneficios antimicrobianos, antiinflamatorios, etc. Pero claro, estas dietas no son especialmente calóricas, lo que nos lleva a pensar que quizá esa sea la clave: una dieta poco calórica que conlleva un tipo concreto de metabolismo. Además de todo esto y dadas las características tan peculiares de su hábitat, está claro que algo en ellas tiene que funcionar de manera diferente. Los niveles de sus hormonas tiroideas son más bajos que los nuestros, lo que les confiere un metabolismo lento, un carácter adaptativo en periodos donde los recursos son limitados. Tampoco tienen cambios significativos a lo largo de su vida, tales como un cambio en la redistribución corporal o cambios en la densidad de sus huesos.
Realmente no se tiene del todo claro cómo interaccionan todos estos mecanismos (y muchos más) en esa resistencia al cáncer que encontramos en las ratas topo desnudas. Es complejo saber hasta qué punto cada cosa influencia a otra. Sin embargo, se tiene claro por el momento que pese a que los mecanismos que generan esta resistencia al cáncer son los causantes de su longevidad, no todos los mecanismos implicados en aumentar su vida media contribuyen a generar esta resistencia al cáncer. La cura para el cáncer no va a surgir de un día para otro, es una enfermedad muy compleja, pero pequeños avances sobre otros seres vivos nos acercan cada día un poco más a la respuesta.
Referencias:
1. F.A. Lagunas Rangel y V. Chávez Valencia (2017). Learning of nature: the curious case of the naked mole rat. Mechanisms of ageing and development, 164, pp: 76-81.
2. Kaitlyn Noel Lewis y Rochelle Buffenstein (2013). Cytoprotection and cancer resistance in the longest-lived rodent, the naked mole-rat. Experimental gerontology, 48 (7), pp: 697.
Recursos: La fotografía que se ha usado como portada (Heterocephalus glaber) pertenece a Joel Sartore. La fotografía que acompaña al texto es de Trisha Shears y se ha extraído de Wikipedia.
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