
La habilidad de responder con movimientos a la música, o baile, es una característica casi exclusiva de la especie humana. El baile está ausente en la mayoría de las especies, incluidos los primates; sin embargo, se puede observar en el grupo de los loros (o psitaciformes). Existen varios estudios que han confirmado que los loros son capaces de mover su cabeza o levantar sus patas en sincronía con una canción, aunque, a diferencia de nuestra especie, la variedad de sus movimientos es bastante limitada. «Snowball», una cacatúa Eleonora (Cacatua galerita eleonora) macho, ha demostrado lo contrario: es capaz de responder rítmicamente a la música desplegando diversos movimientos de baile. Así lo ha recogido un estudio publicado recientemente en la revista Current Biology.
Hace 10 años, «Snowball» fue conocida internacionalmente por un vídeo donde demostraba su habilidad para bailar al ritmo de Everybody, una canción de los Backstreet Boys. El baile de la cacatúa fue analizado en un estudio científico publicado en 2009 en la misma revista y donde se concluyó que «Snowball» no era capaz de sincronizarse con la música, aun pudiendo desplegar varios movimientos. Con los años «Snowball» comenzó a usar nuevos movimientos de baile con diferentes canciones, movimientos que en ningún momento se le enseñó o entrenó, según confirma la dueña y coautora del nuevo estudio Irena Schulz: «Snowball desarrolló estos movimientos, mucho más variados que los de cabeza y patas que ya estudiamos, sin ningún tipo de entrenamiento». Durante este tiempo los bailes de la cacatúa no se sincronizaban completamente con la música, probablemente porque se encontraba en su fase exploratoria. Ahora, «Snowball» es capaz de desplegar hasta 14 movimientos de baile diferentes, además de exhibir movimientos compuestos, y todos al ritmo de la música (característica única y que no se observó hace diez años). Para analizar todos los movimientos de baile, el equipo filmó la cacatúa mientras bailaba con las canciones Another One Bites the Dust, de Queen, y Girls Just Want to Have Fun, de Cyndi Lauper. Durante las grabaciones (cada canción sonó tres veces) nadie más bailaba con «Snowball»; era él solo acompañado de los ocasionales ánimos de su dueña. Los fotogramas se analizaron con el audio silenciado y se observó que los movimientos eran puramente intencionales y sin la finalidad de obtener comida o emparejarse: «Snowball» bailaba solo por bailar, por la música. Además, y a diferencia de los humanos, sus movimientos fueron cortos pero continuos y variados durante las dos canciones (con una media de 3,7 segundos por movimiento).

Pero, ¿por qué «Snowball» es capaz de responder a la música con movimientos rítmicos? ¿Qué circuitos neuronales pueden estar detrás de dicha habilidad? La respuesta a la música solo se ha observado en la especie humana y en varias especies de psitaciformes, probablemente porque son los grupos donde existe un aprendizaje vocal significativo y donde el cerebro posee habilidades de procesado auditivo y motor excepcionales. Concretamente, y tal y como exponen Keehn y sus colaboradores, el baile surge de la sinergia de al menos cinco características: (1) aprendizaje vocal, (2) capacidad de imitar movimientos no verbales, (3) tendencia a formar lazos sociales a largo plazo, (4) habilidad de aprender secuencias complejas de acciones y (5) ejecución de gestos comunicativos. Todas ellas compartidas por humanos y loros.
A nivel neuronal, el baile podría explicarse por la hipótesis del Aprendizaje vocal y sincronización rítmica, que sostiene que existe un circuito neuronal específico para el aprendizaje vocal y que conecta los circuitos motor y auditivo en el cerebro, los cuales permiten en última instancia el despliegue del baile. Se sabe, por ejemplo, que en el cerebro de los loros (y otros pájaros cantores) existe un sistema de circuitos neuronales, entre los que se incluye el circuito para el aprendizaje vocal, encargados de llevar a cabo funciones sensorimotoras. Es decir, que el aprendizaje vocal y la percepción y sincronización con la música se solapan en ciertas áreas del cerebro a través de dichos circuitos. La hipótesis predice, pues, que solo las especies capaces de aprender vocalizaciones (como los humanos y los loros, además de los cetáceos o pinnípedos) pueden desplegar movimientos síncronos con la música. Aunque para los humanos la causa pueda ser distinta, la percepción de la música y el responder a ella de forma síncrona podrían ser una consecuencia de los anteriormente mencionados circuitos neuronales que evolucionaron por razones no estrictamente culturales. Es decir, que el baile en los loros podría ser un efecto colateral, o sinérgico, de la estructura de su cerebro; un efecto que sería imposible de observar en su entorno social y natural, ya que las condiciones requeridas para que se produzca el baile difícilmente podrían converger. «Snowball» baila porque le gusta, y lo hace porque en su entorno antrópico existe la música.
Referencias:
1. R. Joanne Jao Keehn, John R. Iversen, Irena Schulz y Aniruddh D. Patel (2019). Spontaneity and diversity of movement to music are not uniquely human. Current Biology Magazine, 29, pp: R621-R622.
2. Aniruddh D. Patel, John R. Iversen, M.R. Bregman e Irene Schulz (2009). Experimental evidence for synchronization to a musical beat in a nonhuman animal. Current Biology, 19, pp: 827-830.
3. Snowball the dancing cockatoo knows 14 dance moves, study reveals. SciNews (9 julio 2019). Disponible en: http://www.sci-news.com/biology/snowball-dancing-cockatoo-07371.html
Recursos: Tanto la imagen de portada de Snowball como la del texto son obra de Irena Schulz. El vídeo se ha extraído del artículo de R. Joanne Jao Keehn et al. (2019).
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